A veces la vida parece estar acompañada de una música. Dependiendo del momento, el ritmo que tenga, más alegre o lento, más fuerte o más suave. La vida de Alexei Berg estaba marcada por ella. La música de crujientes cuerdas de violín que se consumían por un fuego en el invierno de 1937.
La historia se desarrolla en una época donde la Unión Soviética estaba bajo el terror Estalinista. Persecuciones, allanamientos, eran moneda corriente para los habitantes de Moscú. En los fríos inviernos, siberianos, Alexei tocaba el piano. Tenía un concierto que dar el 24 de mayo. Pero un día, camino a su casa un viejo, que caminaba muy rápido, le dice al pasar, no vuelvas a tu casa. El concierto quedó a un lado, y la intriga por saber qué había pasando lo consumía.
Alexei tuvo que huir. De su casa, de su ciudad, de su país. Recordó que tenía unos tíos en Ucrania, que eran pobres, era lo único que sabía de ellos. Huyó, para no desaparecer. Para poder seguir vivo, porque quien era atrapado por las fuerzas estalinianas no volvía, se esfumaba de la faz de la tierra. Y era la nieve del frío invierno quien cubría los rastros de su existencia. Para no dejar huella de que alguien estuvo en algún momento allí.
La huída no duró mucho, pues la aldea donde vivía ahora fue invadida, esta vez por los alemanes. La paz que había conseguido después de tantos años, llevando a cuestas una infancia dura, terminó, cuando, unos días antes de su primer concierto, las fuerzas armadas irrumpieron en su hogar. Hogar que dejó de ser dulce hace mucho tiempo, y más bien era amargo, como el olor del barniz cuando se quema.
Después de hacer un hallazgo en una hondonada cerca de donde estaba escondido. El prometedor pianista de Moscú se transforma en un soldado soviético. Como aquellos que invadieron alguna vez su hogar.
La historia se desarrolla en una época donde la Unión Soviética estaba bajo el terror Estalinista. Persecuciones, allanamientos, eran moneda corriente para los habitantes de Moscú. En los fríos inviernos, siberianos, Alexei tocaba el piano. Tenía un concierto que dar el 24 de mayo. Pero un día, camino a su casa un viejo, que caminaba muy rápido, le dice al pasar, no vuelvas a tu casa. El concierto quedó a un lado, y la intriga por saber qué había pasando lo consumía.
Alexei tuvo que huir. De su casa, de su ciudad, de su país. Recordó que tenía unos tíos en Ucrania, que eran pobres, era lo único que sabía de ellos. Huyó, para no desaparecer. Para poder seguir vivo, porque quien era atrapado por las fuerzas estalinianas no volvía, se esfumaba de la faz de la tierra. Y era la nieve del frío invierno quien cubría los rastros de su existencia. Para no dejar huella de que alguien estuvo en algún momento allí.
La huída no duró mucho, pues la aldea donde vivía ahora fue invadida, esta vez por los alemanes. La paz que había conseguido después de tantos años, llevando a cuestas una infancia dura, terminó, cuando, unos días antes de su primer concierto, las fuerzas armadas irrumpieron en su hogar. Hogar que dejó de ser dulce hace mucho tiempo, y más bien era amargo, como el olor del barniz cuando se quema.
Después de hacer un hallazgo en una hondonada cerca de donde estaba escondido. El prometedor pianista de Moscú se transforma en un soldado soviético. Como aquellos que invadieron alguna vez su hogar.
1 comentario:
esa es la crítica de tu libro ? ese que leías en la clase de filosofía jajaja
mal ahi eh ... pooobre macaco de torta jajaja es tan bueno
!
Bueno si no es la crítica no entendí que era, perdón jaja
cheers y nos vemos YA porque me muero de hambre y es un tema muy grave para mi sisi
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