martes, octubre 24, 2006

El pasar del tiempo

La noche estaba clara y una suave brisa recorría la cubierta. Recostado en una reposera trataba de contar cuantas estrellas podía ver. Cuando me cansaba de las estrellas pasaba a las nubes, pero ahí siempre las terminaba de contar, porque el cielo estaba muy despejado. El sonido del barco rompiendo la calma del mar era lo único que se escuchaba esa noche. Todos estaban dormidos, o por lo menos eso creía. No había una sola luz prendida, excepto claro, la de la cabina de mando.
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Sentía frío, el mar de noche podía ser un lugar muy fresco para alguien que estaba acostumbrado al clima de tierra firme. Fui a mi camarote para cubrirme con una manta y poder volver a salir a la cubierta. La luna se reflejaba en la chata y uniforme superficie del mar, dejando ver la forma blanca en un profundo azul. Pensar en la profundidad del mar, en lo oscuro del azul, y el tinte de vida que le daba el blanco de la luna me hacían reflexionar. Iba pasando por varios temas, cuestionandome mi existencialidad, matando el tiempo mientras esperaba llegar a tierra, mi tierra.
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Hace tal vez unos treinta años, ya casi no lo recuerdo, tuve que irme de casa, abandonar mi familia y emprender un viaje a otras costas buscando nuevas oportunidades, siempre con la promesa de volver algún día. Cuando llegué a este otro país la vida me sonrió, el trabajo llovía, y de tanto trabajo fui posponiendo la vuelta a casa, con la excusa que estaba ahorrando para que viniera toda la familia para acá. El tiempo pasó y fui perdiendo contacto con los mios. Las llamadas eran cada vez más distanciadas, cada mes, después cada festividad, luego cada año, hasta que llegó un momento que podían pasar años sin que tuviera noticias de ellos.
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Pero me llegó el momento de volver, lamentablemente. Si de algo estaba arrepentido es de haberlo pospuesto tanto. Decía lamentablemente porque tuvo que pasar una fatalidad para que volviera. Me venían a la cabeza todo lo que debería haber hecho, dicho, y no lo hice. Estaba cegado por el trabajo, por la ambición. Descuidé a quienes más quería y ahora la vida me dio un golpe duro, muy duro. ¿Tenía que pasar algo así para que volviera a casa? No lo sé, quizas de otro modo no hubiera vuelto.
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Ahora ya en mi tierra, recorría los caminos que llevaban a mi casa. Senderos de piedra, rústicos, que le daban un toque colonial al pueblo. Me paré frente a lo que solía ser la entrada de casa y contemplé las cenizas que eran lo único que quedaba de ella. Recuerdo como era, y quienes vivían allí. Pero ellos no me recuerdan a mi.


4 comentarios:

Emma dijo...

¡¡!! Que nunca te pase...

mer dijo...

me sono un poco a:

"(...) la noche esta estrellada y tiritan azules los astros a lo lejos(...)"



a mi los curas si me mando una de esas me meten presa!


= ) = ) = ) = )


meR

Anónimo dijo...

esta bueno vicky

:)

besotes

pUbLiFrEaK dijo...

se mataron con los post, jaja, pueden poner algo más potente, jaja.

Salú!